lunes, 5 de octubre de 2009

Primer encuentro


Todos los días me siento en el mismo lugar durante la media hora que tengo libre en el trabajo para comer. Mi rutina es siempre la misma. Me despierto temprano, me ducho rápido y desayuno algo ligero antes de irme a trabajar. Durante toda la mañana trabajo en una tienda de antigüedades donde rara vez pasa algo nuevo. No se equivoquen, adoro mi trabajo pero se ha convertido en una rutina más.


Para mi, la mejor parte del día es el momento de la comida. En cuanto mi jefa me deja, salgo corriendo de la tienda, atravieso todo el parque del Retiro y cuando llego al lago me siento en la escalinata mirando al agua entre los leones y las sirenas, con la gran ilera de columnas a mi espalda.

Pensareis que esto tambien es parte de la rutina de la que me quejo y el error es comprensible. Las mismas escaleras, los mismos árboles, el mismo agua. Pero llevo mucho tiempo sentandome aquí a la hora de comer y he de admitir que siempre es diferente. El cambio de las estaciones y el clima hace que los árboles siempre sean diferentes. Sin embargo, lo que hace que cada día sea único es la gente que pasa por aquí.

Turistas y nativos cada día me entretienen con sus historias cotidianas. Sobre todo lo más bonito de ver es la mirada de los niños que observan como los peces van veloces a comer los gusanitos que les tiran. Sus risas en las barcas cuando se acercan demasiado al muro y la fascinación con la que miran las estatuas,como si fueran seres recien salidos de un mundo mágico y misterioso.

Nunca me aburro de estar en este lugar.

Hoy iba más ansiosa que nunca a mi lugar especial. Ayer no pude ir por una venta que me llevo más de lo que habia pensado y una entrega que se había retrasado. Así que hoy mi jefa me dio más tiempo, por lo que salí antes, y antes llege a mi rincón en el parque.

Pero en cuanto estuve allí me paré en seco. Había alguien en MI sitio, en MI escalera. Era un hombre joven, vestido con traje y comiendo un sandwich. Me acerqué más y me percaté del atractivo de aquel hombre, que a decir verdad no era poco. Llevaba el cuello de la camisa desabrochado y la corbata reposaba sobre una de sus piernas dobladas. Pero lo que más me gustó fue la sonrisa tan tierna que tenía en su rostro.

-Hoy ha llegado pronto.

Me sobresalté ante su voz profunda y noté como me sonrojaba cuando fijó su mirada en mi. La verguenza me invadio pues comprendi que habia estado mirandolo fijamente durante un largo rato como si fuera un marciano recien aterrizado en la tierra. Y me puse aun más roja, si eso era posible.

Sus ojos eran de un profundo azul que destacaba entre el negro de sus tupidas pestañas y su pelo oscuro.

-¿Perdone, nos conocemos?

Lo sé, fue una estupidez pregutar algo cunado la respuesta era obvia, si le hubiese visto antes no le habría olvidado. A estas alturas ya debía de pensar que era una real idiota. Él me sonrió dulcemente y se me encogió el estomago.

- Me temo que no tengo ese placer- recogió sus cosas y se levantó mientras yo seguia sin moverme- Mi descanso ya ha terminado asi que ya puede sentarse en su sitio. La verdad es que este lugar tiene algo especial.

Lo dijo sin dejar de mirarme a los ojos y ninguna respuesta coherente paso por mi mente.

-Adiós- añadió tras darme el ultimo vistazo y marcharse.

-Adiós- apenas fue un susurro y ya estaba demasiado lejos para escucharlo.

Me senté en mi rincón pero por primera vez en dos años no pude disfrutar de lo que me rodeaba.

Mis pensamientos no dejaron de dar vueltas alrededor de aquel extraño hombre mientras estuve allí.

Al día siguiente Marta, mi jefa, se acerco a mí algo nerviosa, como siempre se ponía cuando me iba a dar una orden que creia no me iba a gustar.

-Elisa, necesito que cambiemos el turno de descanso este mes. ¿Te importaria salir antes a

comer?

Le sonreí y le dije que no había problema. Tengo mucha suerte de que Marta sea mi jefa y no uno de esos tipos que te ladran las ordenes y te miran por encima como si fueran los amos del mundo y tú sólo estuveras para hacerles los recados. Después de haber trabajado para unos cuantos cavernicolas que entran en esa descripción, Marta era como una brisa de aire fresco.

De repente cai en la cuenta y la sonrisa desapareció de mis labios. Sin saber muy bien como tomarmelo comprendí que durante todo un mes, lo más seguro es que tuviese que compartir mi rincón con el hombre misterioso del otro día. Después de darle vueltas durante un tiempo llegué a la conclusión de que quizás sólo hubiese sido coincidencia, que habermelo encontrado ayer no significa que todos los días estuviese allí.

Sólo me quedaba esperar a ver que pasaba cuando llegara mi media hora libre, hoy y durante un mes, un poco antes.


Continuara...

Nadia

1 comentario:

  1. Hola salamandra! me encanta tu blog... esas historias...

    Pasate por el mio tengo unas entradas que te interesaran estan divididas en 3 entradas con el titutlo de falsa amistad... ya me contaras...

    Mariiposi

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